Antes estaba sola, pero no lo sabía.
Ahora he encontrado mi propia soledad,
la que me hace compañía,
me espera,
habla conmigo en son de libertad.
La que afirma y define mi persona y,
a veces,
se hunde conmigo en el mar
de la tristeza y la melancolía.
Esta amiga eterna que presencia mi llanto y,
un momento después,
me ve resurgir de mis cenizas.
Mi compañera fiel, mi necesario emblema,
la espectadora en la sombra,
la que de mi mano nunca se suelta.
Ella es la culpable de mi ser sensible,
en ella encontré mi alma de poeta,
humilde pero gran refugio
para que esta alma débil y desamparada
reponga fuerzas y siga en el camino;
para aliviar mis penas, para coger carrera
y alcanzar otras metas más lejanas.
Soledad,
sin ti yo no soy yo,
sólo una máscara.
Soledad que a veces me ahogas en tu ciénaga
y otras en tu alfombra me levantas;
que juegas conmigo esquiva al escondite
y a la vez sombra que de mi no se aparta.
Y cuando al fin he comprendido
que solo estamos tú y yo en esta sórdida batalla,
he podido encontrar la fuerza que en mi interior se ocultaba
permitiéndome creer que era débil,
jugándome malas pasadas.
Cuando al fin sé que estoy sola,
comienzo a obtener las respuestas que tanto buscaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario