Hubo un día en que mi felicidad se apagó poco a poco, así como se consume una vela, dejando tan solo humo, un humo a merced del viento, portándolo de un lugar a otro, hasta que este humo ya sin forma llegó a ti de casualidad.
Y así, poco a poco, con cada sonrisa tuya, con cada caricia, con cada beso, mi alma, aquella vela que se apagó, volvió a iluminar mi felicidad y algo a lo que mi corazón se negaba ocurrió, volví a amar, amar con la ilusión de un adolescente pero desde la serenidad de la madurez, amarte sin condiciones, en tu lucidez y en tu locura, en la luz y en las tinieblas.
Te amo, así, sin más, sin ninguna clase de temor, porque realmente eres tu esa vela que ilumina mi felicidad.
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