Amanecer sin ti.

Y llegó el día en que noté tu aliento en mi cuello, nuestros cuerpos embriagados por la pasión deshacían las sábanas como tantas veces había soñado, tu lengua y mi lengua se buscaban, tus uñas se hincaban en mi espalda produciéndome un placentero dolor, tu respiración agitada presa de la lujuria contenida durante tanto tiempo me excitaba aún más y esto nos sumía en un frenesí sexual como nunca habíamos experimentado, abría los ojos y te miraba, tus mejillas estaban sonrosadas a causa de la excitación, tu agitada respiración dio paso a los gemidos de placer, un intenso placer compartido. Tu sexo, cálido como ningún otro había notado me atrapaba, me absorbía y enloquecía próximo al clímax.

Los rayos de Sol empezaron a encender mis cortinas, estaba feliz, me giré para abrazarte... volví a soñarte, no estabas allí, ni la cama estaba desecha, ni mi espalda arañada, volví a soñarte y quería no existir porque tu no estabas allí, seguías en mi mente y la realidad me abofeteó de nuevo, otra vez mis ojos se tornaron manantiales entre desconcierto y vacío, otra vez de nuevo fui consciente de mi soledad, de mi dolor, de mis ganas de ti, otra vez de nuevo tan solo te escribo haciéndote el amor con mis palabras.