Deseo

No recuerdo como empezó, tal vez aquel día que te vi en la piscina, con tu rojo cabello mojado, o tal vez cuando más que fijarme en tu sonrisa me fije en tus labios deseando besarlos, deseando morder ese cuello que mostrabas cada vez que te atusabas el pelo.

Increíble, esa es la palabra, aquel día que una inocente cena se convirtió en algo más, mi timidez me impedía casi mirarte a los ojos y fue, cuando me marchaba cuando te abalanzaste sobre mi violando mi boca con tu lengua, esa sensación de estar acorralado me excitaba mucho más aún.

Pasión, lujuria, dos palabras que definen a la perfección nuestra relación, esa naturalidad con la que tratas el sexo me embriaga, el día en el que por fin pudimos dar rienda suelta a tanto deseo reprimido, el día en que noté por primera vez el calor de tu húmeda vagina, el contoneo de tus caderas encima mio, tu respiración agitada, tus gemidos, ese día creía enloquecer de placer, de verte gozar, de escuchar entre gemidos mi nombre y los te quiero.

Y cuando pensaba que todo aquello era insuperable volvimos a vernos en aquella habitación de hotel, hacia calor, mucha calor pero no era motivo para que nuestros cuerpos se fundieran en un solo ser con un solo objetivo, gozar. la lujuria se apoderó de la habitación, sexo sin freno, pasión sin límites, pero cuando note tu lengua en mi cuello, te deslizabas lentamente como la serpiente que pervirtió a Eva en el Eden hacia mi miembro que latía de excitación y empezaste a saborearlo, y digo saborearlo porque se te veía disfrutar con ello, tu excitación era tal que tu flujo goteaba en mis rodillas haciendo enloquecer aún más de sentirme tan deseado.

Pero no he de olvidar esos momentos de amor, esos momentos en los que nuestras miradas se cruzan como dos enamorados, esos momentos donde las caricias dejan de lado el sexo y los gemidos a las risas. ¿ Y es que hay algo mejor que desear a la mujer que amas?.